Hoy quiero compartir con ustedes la primera parte de mitos y realidades acerca de lo que sucede en nosotros ante la pérdida irreversible de un ser querido, una función corporal, un estatus social, etc. Pérdidas que serán recordadas como un hito importante en nuestras vidas.
Debemos considerar en primer lugar que cada uno de nosotros reacciona de un modo individual y personalizado ante estas situaciones adversas. Hay 7 factores que determinan el grado de reacción traumática que tendríamos (McFarlane y Girolamo, 1996):
- Personalidad
- Historia familiar
- Apoyo recibido
- Estilo personal de afrontamiento
- Las experiencias pasadas
- Nuestros rasgos biológicos
- La coexistencia de otros sucesos negativos
Es por estos 7 factores que ante el mismo suceso adverso diferentes personas reaccionan y tienen reacciones diferentes. Lo más importante para predecir si aparecerá una «reacción traumática» en una persona es saber qué interpretación personal le da al hecho, cómo se lo cuenta a sí mismo y a los demás.
La psiquiatría de los años sesenta en EEUU a partir de los trabajos de Elisabeth Kübler-Ross observó una serie de etapas en los moribundos y en cómo los familiares enfrentaban la pérdida. Allí surge un modelo de etapas que la persona debiera seguir .
Las etapas son las siguientes:
La Dra. Kübler-Ross representó un enorme avance en cuanto a la forma de tratar a los pacientes moribundos con respecto a lo que venía siendo usual. Significó una revolución que dio origen a los cuidados paliativos. Comprometida con su tarea ayudó a pacientes y familiares a transitar de un modo más humano momentos difíciles. Ella postuló que la persona al enterarse del suceso adverso o el paciente al momento de recibir una mala noticia sobre su salud pasaría por una serie de etapas: el modelo de Kübler-Ross. Este modelo tuvo una enorme repercusión en todo el sistema de salud y tal es así que por ejemplo yo lo vi mientras estudiaba en facultad.
Increíblemente sólo recientemente se han hecho nuevas investigaciones que ponen en duda al modelo como regla general para todos y en todos los casos. El morir es un proceso más complejo de lo que se creía, así como el duelo para los allegados. Lo que no menciona el modelo es a las personas que se saltean estas etapas o directamente no las siguen. En un principio se creía que estas personas estaban desviadas, haciendo una mala elaboración, etc. y en este punto es que llegamos al asunto de los mitos y realidades.
MITO 1:
Es esperable que se tenga una gran depresión y desesperación ante una pérdida. Las personas suelen deprimirse invariablemente. (Carmelo Vázquez, 2011)
En realidad este mito tiene una base real, como casi todos. Es cierto que muchas personas ante las pérdidas sí tienen depresiones, incluso importantes. El problema está en que no debemos «esperar» a tener una depresión luego de una pérdida, como si se tratase de algo inevitable. La mayoría de las personas no se deprimen luego de las pérdidas importantes. En cambio la tristeza sí acompaña a los dolientes hasta en un 80% de los casos de viudez por ejemplo, pero este estado transitorio y reactivo a la pérdida es transitorio y sólo entre un 20 y 30% de las personas que enviudaron tienen una depresión clínica. (Glick, Weiss y Parker, 1974).
Debemos ver este mito desde dos perspectivas; la personal cuando somos nosotros quienes estamos a la espera de la depresión.
¡¡Uy, justo viene a pasarme esto, ahora si me deprimiré irremediablemente!!
y la social, que es aquella donde nosotros esperamos que el doliente o afectado se deprima y adopte conductas que concuerden con esa situación ya que de lo contrario no estaría «procesando» bien el duelo.
Estas dos perspectivas son muy juzgadoras de la persona y la presionan a «sentir lo esperable» de un modo tan fuerte que termina por sentirlo.
No quiero decir desde este espacio que no exista la depresión posterior al duelo o cosa similar, sino que la evidencia científica más reciente comprueba que la mayoría de las personas no se deprimen. Muchos experimentan un estado de tristeza fuerte pero transitorio.
Debemos tener la apertura mental suficiente como para admitir que cada uno haga el proceso que considere, incluso nosotros mismos a partir de los 7 factores que mencionábamos al comienzo.
Les deseo una buena semana.
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Miembro de la Asociación Internacional de Psicología Positiva
Lic. Roberto Martínez Hernández
Psicoterapeuta individual y parejas.
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